domingo, 29 de agosto de 2010

Moraima


Me miró, con esos ojos tristes.
Sólo me dijo que no me abandonara.
Que siguiera con la energía de siempre.
Y, cuando vi todo negro,
ella me dio la mano y me dijo que no,
que, una vez más, era inoportuno.
Me cerró los ojos con sus manos,
cansadas por la edad, 
susurrándome una nana para dormir.
"Duerme", me dijo, 
"Ya se han ido las golondrinas".
Cuando decidí abrir los ojos,
ya no estaba conmigo. 
Tan solo me quedaba su olor para recordarla,
su viejo y oxidado olor.