miércoles, 11 de junio de 2008

Entrevista a mi bisabuela.


¿Cómo viviste la Guerra Civil?

Cuando empezó la Guerra Civil yo vivía en Madrid con mi marido Juan y mis hijos Pepita, de 5 años y Juanín, de 3. Mi marido trabajaba en un taller de ebanistería y al empezar la guerra lo enviaron a Gobernación para hacer barracones para el frente. Lo enviaron a Valencia y yo me quede sola, durante unos meses, en Madrid con mis dos hijos, hasta que él me reclamo para que fuéramos a su lado.
En Madrid viví muchos bombardeos, que viene “la pava”, decíamos, por el color negro de los aviones de Franco. Sonaban las sirenas para que nos fuéramos a los refugios, el metro principalmente, pero yo nunca salí y nos quedábamos en casa a esperar que pasara el bombardeo. Incluso en una ocasión vi desde el balcón de mi casa como caía un avión de los nuestros que combatía con los de Franco.

¿Y después de Madrid?

Pues después de Madrid, como te dije, mi marido que estaba en Valencia, nos reclamó a su lado y allá nos fuimos, en un camión de diez ruedas, con la cama que todavía conservo, la cuna de Juanín y una mesa de cocina, en compañía de otras dos mujeres y sus hijos. Durante el viaje, nos bombardeó un avión, pero nos pudimos refugiar y aunque no nos pasó nada, pasamos mucho miedo y lloramos.
En Valencia nos reunimos con mi marido pero estuvimos poco tiempo porque el ejército de Franco seguía avanzando y nos llevaron a Barcelona a donde habían trasladado los talleres de carpintería para hacer construcciones y barracones para el frente.

¿Y qué hacías en Barcelona?

En Barcelona vivíamos en un chalé del Tibidabo con otros tres matrimonios. No salíamos de la casa y nunca pasamos hambre porque siempre teníamos comida. En Barcelona estuvimos poco tiempo, no me acuerdo cuánto, porque como el ejército de Franco seguía avanzando, de nuevo, nos tuvimos que trasladar y nos llevaron a Olot, en Gerona, que no estaba ya muy lejos de la frontera con Francia.
En Olot me acuerdo que íbamos a comprar leche a la casa de un “payés”, en otro pueblo cercano, en un coche que nos dejaba un amigo y que también nos lo prestó para huir a Francia. Y nos fuimos, al llegar a Figueras ya vimos a mucha gente que como nosotros quería huir de España pero al principio no nos dejaban cruzar la frontera. Luego como vieron que el ejército de Franco seguía avanzando nos permitieron cruzarla para buscar refugio.

¿Y cómo fue la vida en el campo de refugiados de Francia?

Al llegar a Francia a mí y a mis hijos nos metieron en un camión y mi marido iba siguiéndonos en el coche que nos habían dejado. Nos metieron en un campo de refugiados, me acuerdo que hacía muchísimo calor y así estuvimos unos días hasta que empezaron a distribuirnos a distintos sitios. Allí dejamos las maletas con la ropa porque no cabían en el tren en el que nos llevaron. No sabíamos a donde nos trasladaban, el tren paró en Nimes, nos dieron café con leche y luego continuamos la marcha hasta otra localidad. Y allí estuvimos hasta que acabó la guerra pero el abuelo no quería volver a Madrid. Quería ir a México, pero yo no. Yo quería volver a nuestra casa en Madrid y le decía que él no había hecho nada y que Franco decía que podían volver a España los que no tuvieran las manos manchadas de sangre. Y entonces decidimos volver y entramos por la frontera de Irún.


¿Y qué pasó cuando volvisteis a España?

Al cruzar la frontera, nos separaron, a mi marido Juan lo llevaron a un campo de detenidos en San Sebastián. Un día me contó que los llevaban en fila y que la gente cuando los veía les daba comida, pero que si los descubrían, se la quitaban. Un día se metió una naranja entera en la boca para que no se la quitaran y otra vez, del hambre que pasaba, fue royendo y royendo un hueso hasta que se lo comió.A mí no me dejaban volver a Madrid. Entonces me fui con mis dos hijos a Salamanca donde tenía familia. Nos fuimos al pueblo de mi madre a vivir a casa de un primo mío. Yo me había puesto un poco mala porque me habían separado de mi marido. Y a mi hija Pepita le decía, si te preguntan, tú dices que papá está con Franco. Estuvimos unos días hasta que nos permitieron a las mujeres volver a Madrid.Y allí empecé a conseguir avales para que dejaran libre a mi marido porque no tenía las manos manchadas de sangre. Lo dejaron libre y pudo volver a trabajar en la empresa de ebanistería en la que estaba antes de la guerra. Y andando el tiempo le ofrecieron venirse a Galicia de encargado y en el año 1942, llegamos a Vigo.


¡Un beso muy grande a mi bisabuela!

5 comentarios:

condado dijo...

¿Y si se hubieran ido a Mejico?

Anónimo dijo...

que bonito poder conocer la historia de nuestros propios orígenes. Me ha parecido precioso.

Un saludo

Anónimo dijo...

Pois seríamos mejicanos, seguro que entón eu sabería cantar mellor e o avó non sería un galego faendo o paiaso cun gorro de mejicano mercado nunha tenda de antruido, se non que tería o seu gorro auténtico ;) e as avoas que lindas coa saia branca e dúas trenciñas!! E eu non pasaría cada ano esperando a que chegara o antruido pra poñerme saia larga e trenciñas... eu creo que a todos nos quedou certa mágoa...
Pero tal vez non teríamos nacido... Que medo!!!

Anónimo dijo...

La bisa y yo estamos aquí cuchicheando en tu blog. Tuvimos suerte dice, Un abrazo.

sidrina dijo...

Me ha encantado volver a leer la historia de la abuela. Un besazo.