viernes, 16 de abril de 2010

El baúl de las Maravillas - I


Cuando Max, atormentado por la reciente noticia (su abuelo había muerto después de una larga enfermedad que le había consumido durante los últimos dos años), subió al ático, no se esperaba encontrar un baúl polvoriento.
Hacía muchísimo tiempo que Max no subía al ático de su casa. Exactamente, hace dos años, cuando se enteró de la enfermedad de su abuelo. En cierto modo, este era su refugio. El lugar al que acudía cuando recibía una mala noticia.
Max se acercaba sigilosamente (a pesar del chirrido de la madera bajo sus pies) hacia el baúl. Cogió un viejo trapo y le quitó el polvo lentamente para no mancharse.
Gracias a la limpieza, en la tapa se podía ver un escudo: los ojos de un gato. Daba miedo. Un escalofrío recorrió la piel del pequeño muchacho. Esto tenía mala pinta. Pero, al igual que un gato, a Max le podía la curiosidad.
Quitó el candado que cerraba el baúl y abrió la tapa. Para su sorpresa, no había nada dentro. Miró por el lado contrario de la tapa y tampoco halló nada. Pero, al meter la cabeza dentro intentando encontrar un pequeño escondite, su cuerpo cayó dentro sumergiéndolo en una espiral de caos, temor y adrenalina.
Hasta que despertó en su cama. Se levantó y corrió hacia el salón. Su madre lloraba desconsoladamente. Estaba repitiendo el mismo día: el día en que su abuelo murió.

2 comentarios:

Carril dijo...

Max tiña que caer tamén nun bo día, desos que pensas que serán irrepetibles... ;)
E agora que fará?

condado dijo...

O que ten que facer agora é meter ao avó no baul...