sábado, 30 de enero de 2010

Hambriento


Después de 'x' años, la "candela" sigue humeante, como siempre. Y, como ya se sabe, siempre podremos encontrarla en aquel rincón del mundo exterior... Esta es para ti, Candela. Felicidades.


En un rincón del mundo exterior

encontré una tostada con sabor a mermelada.

Después de pasar la noche entera sin comer, ni beber.

Tuve tiempo a cavilar

que la vida es puro teatro

y que soy actor de profesión.


Y pienso, que la vida es como una tostada

con sabor a mermelada.

Y pienso, que la vida es puro teatro.

Y no encuentro ni mi papel ni mi guión.

No se que hacer, hoy.


En el rincón hay cuatro gatos negros.

Se levanta el viento, salen corriendo. Sin mi.

Y ahora me encuentro con que no tengo lápiz para escribir.

No puedo darle forma a mi realidad.

No puedo escribir mi propio guión.


Y pienso, que la vida es como una tostada

con sabor a mermelada.

Y pienso, que la vida es puro teatro.

Y no encuentro ni mi papel ni mi guión.

No se que hacer, hoy.


Voy a entrar en escena.

Comienza la función.

No recuerdo mi guión.

Se levanta el telón.

Y en una milésima de segundo me dio tiempo a pensar…


Y pienso, que la vida es como una tostada

con sabor a mermelada.

Y pienso que la vida es puro teatro.

Y empiezo a improvisar…


Se coló un pedacito del mundo exterior

en mi habitación.

sábado, 23 de enero de 2010

Crónicas de Luigi I


Con la pistola agarrada firmemente entre mis dedos, me dispuse a ir caminando hacia mi blanco. Estaba solo, sin preocupaciones. No parecía saber que su fin estaba a punto de llegar.
Pero, en ese momento, no sé porque, no pude acabar con él. No sé si mi conciencia quiso detenerme o era yo el que no podía hacerlo... o no quería hacerlo.
Cuando apuntaba hacia mi objetivo, me temblaba el pulso. Era incapaz de cometer un asesinato a sangre fría. Mi blanco era un señor de mediana edad, vagabundo, él. Una boina prácticamente deshecha cubría su pelo canoso.
Me habían ordenado que acabara con su vida. Me había parecido ver en su expediente que no nos había pagado un servicio, un robo de unas frutas en un supermercado. A penas le cobraríamos nada. Pero el pobre... no tenía ni para comer. Por eso nos lo había pedido. ¿Cómo iba a poder matar a una persona que, ante todo, quiere sobrevivir? No podía.
De repente, me vino a la mente el cuento de Blancanieves y los siete enanitos. El cazador, mandado por la malvada bruja, le ordenó matar a Blancanieves. Pero él, como yo, no podía. Así que decidió matar en su lugar a un jabalí y arrancarle el corazón para entregárselo a la reina como si fuera el de Blancanieves.
Al acercarme a él, le rogué que escapara o le matarían. Le di dinero suficiente como para poder comprar un billete a un lugar lejos de Italia y de Estados Unidos, pues sabía que los San Marco y los San Pietro (viejos amigos de la familia), si se lo pedíamos, nos acabarían el trabajo.
Se iría a Londres. Le rogué que no volviera a aparecer por aquí en mucho tiempo y le deseé suerte en su largo viaje. Nos despedimos. Él cogió un taxi para ir al aeropuerto y yo me dirigí al bosque, para poder acabar mi tarea.

martes, 5 de enero de 2010

Derecho e izquierdo


Hacía ya semanas que intentaba que se fueran de casa, pero justo decidieron dejarme en el peor momento: en el fin de año. Me dejaron como el 2009 (tributo a Condado y Candela) y desaparecieron sin dejar ni rastro por la taza del wáter. Me impidieron acabar de disfrutar de la cena de noche vieja.
Uno se despidió frío, distante, por la mañana, sin apenas llorar. Pero al último le costó olvidarme. Lloró y lloro hasta que se secaron las lágrimas gracias al algodón, la tónica, una gasa y el agua oxigenada. Por culpa del último (al que llamaremos 'izquierdo') no acabé de cenar y por poco no llego a tomar las tan deseadas uvas de fin de año. Y por culpa del anterior (al que llamaremos 'derecho') no pude comer más turrón de chocolate.
Y yo, mientras tanto, en el centro, aguantando sus llantos. ¡A otro perro con ese hueso!
Ya no tendré mi sonrisa 'profident': me faltan los premolares.

viernes, 1 de enero de 2010

Año nuevo


Empieza un buen año, y algunos lo comenzarán en una mágica compañía. La felicidad es posesión de uno mismo, y no se debe dejar marchar así como así. Y si es posible compartirla con un ser diminuto de un mes y medio de vida, mejor.

Hace poco volví de viaje y la verdad, el paisaje era precioso. En esos momentos, es cuando nada importa: sólo la ventanilla del coche y, como no, una cámara de fotos. Lástima que la calidad de ellas no sean buenas debido al reflejo de la ventana que no pudimos bajar por la abundante nieve del exterior. De momento, prefiero acompañar estas palabras con un chiste de Mafalda. Y mañana, ya se verá.