Todos los veranos ocurre lo mismo. Calor, tormenta, calor, tormenta...
Las hormigas voladoras llevaban días anunciando la llegada de la tormenta que descargaría la noche del ocho de julio del 2010 en la zona sur de la provincia de Pontevedra.
Y yo, pobre de mí, que después de haber pasado un día en remojo en la piscina, había llegado a casa justo a tiempo de ver el partido de la selección contra Alemania. Gol de los rizos de Puyol, bien.
Al acabar el partido, me di una ducha para relajarme y a continuación me tumbé en mi cama a leer un rato, a ver si me entraba el sueño. Dos capítulos, no está nada mal. Unas cuarenta hojas. Perfecto. Y caí rendido encima de mi almohada, olvidando cerrar la ventana.
Y así me desperté, entre rayos y truenos. Así que me levanté un poco furioso a cerrar la ventana a cal y a canto para que no me convirtiese en el hombre relámpago. No sabía que hora era hasta que, tiempo después, "radio-abuela", en su informé matinal, comunicó que la tronada se había producido sobre las siete y media de la mañana.
Y esto me da que pensar: las hormigas deben de ser alemanas.
2 comentarios:
Pena no entrara un relampago en tu habitación a espabilarte un poco, je, je... ¿Cómo van las vacaciones?
Van.
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