sábado, 24 de enero de 2009

Me llamo Simba - Capítulo 1: Me encontró en una celda.


Y ahora, disfrutar de una entrañable historia entre un perro y su dueña.



PRÓLOGO:

Cuando ella me encontró yo fui el perro más feliz del mundo. Cada día que pasaba era una alegría tras otra. Jugábamos en el jardín, me lanzaba el "freesbee" y yo corría a buscarlo y se lo daba en la mano, era la vida que todo perro deseaba. Pero me equivoqué, ahora se que no se puede confiar en todo el mundo, ni siquiera en tu mejor amigo.






CAPÍTULO 1:
ME ENCONTRÓ EN UNA CELDA

Mi madre se llamaba Lúa, era un Labrador Retriever. Y mi padre se llamaba Tor, otro Labrador Retriever. Yo nací una tarde como hoy, de invierno, todo el cielo nublado, llovía cada dos por tres. A los pocos meses de nacer, mataron a mis padres porque ya tenían 11 y 10 años, y a esa edad ya nadie quiere a un perro tan crecido. Por suerte, yo tenía 5 meses, y era muy pequeño.


Un día, entró a la perrera, donde vivía yo, una niña con sus padres. Llevaba dos coletas y un vestidito muy bonito. Iba agarrada de la mano de sus padres y parecía muy feliz. Según lo que oí es que era su cumpleaños y le iban a regalar un perro.


Mi "cuarto", por así llamarlo, estaba justo al final del todo, al lado de la pared del fondo. Ella iba recorriendo celda a celda, sin encontrar un perro que le gustase. Hasta que se paró en la celda que estaba justo a mi lado. Era un cachorro de 5 semanas, al que le daban biberón, pues su madre ya no estaba con él. Lo sacó de su celda y lo cogió en brazos. Lo abrazó y besó sin parar. Era el elegido. Por suerte, llegó el dueño de la perrera y le dijo a la muchacha que no podía tener ese perro, que ya lo habían adoptado y lo iban a recoger en una hora. Con cara triste, se acercó hasta mí y gritó:

-¡Ese! ¡QUIERO ESE PERRO!

Los padres se miraron entre si. Al parecer, ya había llegado la hora de que yo saliera de ese antro. ¡Me habían adoptado! Todo era tan alegre...

Cuando llegamos a su casa, me la enseñó toda. Su habitación era muy grande, la verdad. Y el salón... casi tanto como el resto de la casa. Me tenían preparado un cubo con pienso, estaba riquísimo. Y una leche tan rica... Se me hace la boca agua de recordarlo.

Tenían fotos de mi dueña, que descubrí que se llamaba Emma, y de otro perro. A lo mejor se les había muerto, pobres... De pronto, Emma se acercó a mi y me dijo:

- ¡Hola! ¿Estaba rica la comida? ¡A! Te tengo que poner un nombre... A ver... ¡Ya sé! ¡Simba! ¡Es perfecto!

Bueno, al parecer me llamaba Simba, no era de lo mejor, pero bueno, ella me da cariño y me da de comer, así que tendré que aguantar ese nombre.

Emma no paraba de repetir que nadie nos separaría nunca... que íbamos a ser los mejores amigos del mundo mundial, como decía ella. Todo era genial. Por lo menos, en ese momento...




3 comentarios:

Candela dijo...

Me gustan los relatos que tienen como protagonista a un perro y el tuyo promete. Si necesitas inspiración vete a la página de “Os Palleiros”.Todos los “canciños” que están a la espera de ser adoptados o apadrinados te cuentan una historia sólo con verles a los ojos.
Besos.

Sun Iou Miou dijo...

Ui, isto está interesante. E ben contado, que é o que conta. (`_^)

Lima mándache biquiños e lambedelas.

condado dijo...

Bueno... Esto es como dar caramelos y prohibir abrirlos... Que?