
- ¡Cuidado, hijo! No te acerques a ese perro, que debe de tener muchas pulgas. No lo toques, ¿me oíste?
Y así una y otra vez. ¡Hasta me doy asco a mi mismo! Todos los días me hago la misma pregunta: ¿por que he tenido que nacer, si nadie me quería? Y nunca encuentro respuesta...
Ahora, lo único que puedo hacer es seguir vagando, sin rumbo. A ver, si por casualidad, encuentro un rastro que me lleve hasta ella. ¡Ya no recuerdo ni su cara! Lo único que consigo recordar es su perfume. Un dulce aroma que olía a rosas, dulces rosas. Solo necesito una brisa de aire que me lleve hasta ella. Mientras tanto, seguiré buscando.
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